Los discursos y los ruidos de la maquinaria retrógrada suenan últimamente como para empezar a asustarse. La desesperación o la nostalgia por un pasado desconocido idealizado hacen que el centro de la sociedad esté cada vez más a la derecha. He ahí el camino que se está abriendo la reacción. Y, sin embargo, hay quien cree que la confrontación y el marcaje dan alas a dicha reacción. O eso quieren pensar. Sin embargo, una locomotora capaz de recorrer su camino no necesita alas.
Que ideas como que el Estado necesita aumentar el control social, que la ocupación es un problema social, que las personas de cierto origen son una amenaza, que en nombre de la tradición hay que asignar a la mujer un papel subyugado o similares crezcan y se actúe en consecuencia a dichas ideas es parte de la expansión de la reacción, y su humo está contaminando todos los niveles de la sociedad. Esas ideas y actitudes misóginas, aporófobas y racistas a las que casi empezamos a acostumbrarnos no son una mera moda de quienes necesitan del inconformismo y de lo políticamente incorrecto. La expansión de la reacción tiene sus razones históricas y cuenta con los agentes conscientes que suele tener todo gran proceso histórico. El fascismo renovado es quien se encarga del trabajo de diseño y de las iniciativas del auge de la reacción, tanto para difundirla como para intentar recoger sus frutos.
Por tanto, cuando todos los partidos compran la retórica del securitismo es porque, entre otras cosas, el trabajo de los fascistas ha dado sus frutos. Empresas de seguridad o grupos de presión de sectores ultras de la Policía; empresas de desocupación; grupos activistas callejeros como LQNTCDD; ejércitos de troll coordinados, influencers comprados y empresarios moldeadores de algoritmos; Frente Obrero, Núcleo Nacional, Devenir Europeo, Vox e incontables grupos políticos y culturales; todos ellos dan cuerpo al fascismo. Superado el imaginario casi místico del siglo XX, configuran un nuevo fascismo que se actualiza respecto a las necesidades de la época de depresión actual.
El fascismo crea vías propias en función de cada nación, historia o época para cumplir su propósito primordial: tergiversar las contradicciones de clase de una época de depresión y garantizar entre las masas nacionales la dependencia y fidelidad respecto al Estado, mediante la unificación y el fortalecimiento de las fuerzas reaccionarias, lo cual puede hacer desde dentro o desde fuera del aparato estatal. El fascismo es, por tanto, el agente consciente que genera y guía el aumento de la reacción, y tiene cuerpos colectivos. Hace el trabajo de escuadrista, el de financiación, el de gobernanza, el de activismo y, cómo no, el trabajo ideológico, porque hace tiempo que se dio cuenta de la importancia de la propaganda y la comunicación para moldear la ideología de las masas.
Los raíles del fascismo que se cimentan sobre la tierra del capitalismo guían el tren de la reacción. El humo, que oscurece cada vez más la vista, pretende frustrar las condiciones para crear un nuevo movimiento internacional en oposición al capital. Subiéndose a su carruaje no se detendrá la locomotora, y es preciso que el proletariado cree maquinaria propia destinada al choque directo; una maquinaria gigantesca y compleja. Estoy convencido de que la movilización convocada por GKS para iniciar el nuevo año ofrecerá más de una pieza en ese camino.