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Parecería mentira pensar que la misma persona que hace dos años hablaba sobre "cambio cultural de la ciudadanía hacia nuestra relación con los servicios sanitarios" ahora acabase siendo la directora médica de un hospital privado de Gasteiz. Si es que el PNV nada en las aguas de la corrupción y además no necesita esconderse. Por si a alguien se le ha olvidado quién fue la ex consejera de Salud del País Vasco, bajo sus mejores momentos destacan, por ejemplo, instar a la población a que normalizaran desplazarse con más frecuencia para ser atendidos y que aceptaran que ciertos consultorios estuviesen provistos únicamente por enfermería o que incluso pudieran permanecer cerrados en ciertas épocas como las vacaciones. Eso sí, quizás deberíamos otorgarle el premio a la sinceridad sin tapujos sobre el desmantelamiento categórico que acontecería los próximos años.

Pero a pesar de que todos sepamos cómo se mueven los políticos profesiones en estos puestos decisorios elegidos a dedo que rodean la sanidad (siendo en direcciones médicas, en la sanidad pública o en empresas subcontratadas por ésta), personificar a Sagardui como la única responsable del desmantelamiento y colapso sanitario en el país Vasco sería un error. Sería un error pensar que diferentes partidos políticos, todos ellos atravesados y limitados por los intereses de la financiación a nivel europeo, pudiesen parar la crisis sanitaria que estamos viviendo, ya que en el momento actual, la prioridad no es en ningún caso aumentar el presupuesto sanitario. Y es que Sagardui se ha ido y todo sigue igual de mal.

Aunque exista el intento de limpieza de cara por parte de diferentes partidos políticos actualmente, con las nuevas propuestas sanitarias, no se puede tener la guardia baja. Por ejemplo, ante la problemática de cierre del PAC en Donosti, el mes pasado anunciaron por todo lo alto que lo iban a reabrir. ¿Pero en qué condiciones? Ahora, parece que el viejo PAC cambia de nombre a "punto de refuerzo de enfermería", con los posibles riesgos que asumirán desmedicalizando un centro sanitario. Otro ejemplo interesante sería el de la sanidad en Nafarroa con el anteproyecto de Ley de Salud, que a grandes rasgos, parece ser un movimiento para atajar el problema de falta de personal médico aumentando la flexibilidad y movilidad de los trabajadores convirtiéndolos en personal laboral sin solucionar el problema de que faltan trabajadores para el volumen asistencial requerido. Para ello el Gobierno de Navarra plantea convertir Osasunbidea y el Instituto de Salud Pública y Laboral en un ente público empresarial. Y ni que hablar sobre el Pacto Sanitario de Osakidetza, del cuál todavía seguimos esperando algo de información concreta.

Toda esta situación demuestra la dirección hacia la normalización cultural de concebir la sanidad en otros términos que Sagardui ya vaticinaba, y que como hemos dicho antes, aún sin ella se está imponiendo. Y son así los casos en los que cada vez que nos atiende un médico de familia distinto no nos sorprendamos, o que incluso entendamos que cada vez que necesitemos una intervención quirúrgica la lista de espera sea aún mayor, entre miles de ejemplos que ya hemos hablado otras veces. Por lo tanto, es imprescindible entender el colapso estructural del sistema sanitario ante la crisis, entendiendo el papel que cumplen los políticos profesionales en ello y siendo críticos ante la imposición de normalizar una sanidad que no sea universal, gratuita y de calidad.

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