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Esta vez nos han llamado a votar en las elecciones del Parlamento Europeo, y los partidos han vuelto a poner en marcha la maquinaria propagandística de cara a la jornada de hoy. Pero la estructuración de la Unión Europea y la simbólica capacidad de decisión que sus órganos de poder ofrecen al Parlamento Europeo, hacen que a uno se le quiten todas las ganas de formar parte de este circo.

Más aún en el contexto actual: con un capitalismo global cada vez más insostenible y violento, los bloques de poder europeos no tienen otra apuesta que la guerra y la austeridad para seguir manteniendo su posición competitiva. Estos bloques de poder están formados por grandes empresarios y monstruos financieros que no se presentan a elecciones de ningún tipo, y que cuentan con órganos como la OTAN y el Banco Central Europeo para ejecutar sus intereses.

Sin embargo, los partidos de izquierda deciden legitimar el teatro parlamentario y participar en él, pidiendo, entre otros, el "voto antifascista". Han sacado a la luz discursos más subversivos de lo habitual, probablemente, para recuperar la confianza de los votantes y aprovechar en votos el miedo que provoca el auge del fascismo.

Pero el fascismo, más allá de los partidos parlamentarios de extrema derecha, es un fenómeno que se está extendiendo por toda la sociedad: es la expansión de los grupos neonazis, la normalización de las ideas reaccionarias, el crecimiento de los ataques racistas y antiproletarios, etc. Los estados, con su productividad decreciente y endeudados hasta las cejas, hoy por hoy son incapaces de comprar la subordinación de la población mediante garantías de bienestar material. En consecuencia, el fascismo encuentra un excelente criadero en la clase media europea que se está empobreciendo, cegada por la promesa de la recuperación del bienestar nacional.

Este fascismo, que no es más que una versión radicalizada de la tendencia marcada por los grandes empresarios y la oligarquía financiera, supone la aceleración de ciertos aspectos y políticas ya presentes: la criminalización y xenofobia del proletariado, el machismo, la represión contra las organizaciones revolucionarias o la protesta, y el control social.

Los partidos de izquierda también tienen un papel importante en esto, y no precisamente en el sentido de parar la expansión del fascismo. Estos partidos también se subordinan a la tendencia establecida. Mientras hablan de la Europa de la igualdad, aplican políticas de austeridad; mientras hablan de paz y diálogo, impulsan la escalada bélica; mientras hablan de libertad, refuerzan los mecanismos de control social y vulneran los derechos políticos; mientras hablan de alternativas y progresismo, no ponen ningún límite a las prácticas y discursos fascistas. Aunque discursivamente intenten diferenciarse de los fascistas, en la realidad aplican la misma tendencia que la gran burguesía europea establece, y todo esto supone seguir abonando la tierra para que florezca el fascismo.

Por lo tanto, el fascismo no se propaga por la falta de votos a los partidos de izquierda, sino por la falta de una alternativa real. Estos partidos, lejos de detener el fascismo, legitiman a la UE y la OTAN y sus tendencias bélicas, racistas y autoritarias, y sólo suponen un aumento de la frustración con falsas promesas que nunca se cumplen. Lo decimos claro: la estructura de la UE y sus partidos, hoy por hoy, no son un espacio para confrontar el fascismo, sino uno de los principales responsables del crecimiento del fascismo.

Por ello es imprescindible destapar el teatro electoral que simula la pluralidad de opciones políticas. Nuestra encrucijada no es entre socialdemocracia y fascismo: la encrucijada es entre las instituciones burguesas que provocan el hambre y la muerte, y la organización proletaria independiente que debemos construir, teniendo como objetivo la justicia universal. No sigamos legitimando las políticas de guerra y austeridad e impulsemos la lucha contra esas políticas y la movilización por la construcción del poder obrero. La revolución no llegará por sí misma de forma mágica, y no hay mal menor que valga mientras no se apueste por organizar una alternativa contra el fascismo y sus causas.

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