Recorte de la portada del número 24 de Arteka FOTOGRAFÍA / Adam Kozinski
2022/01/01

Hemos tratado anteriormente la relación entre socialdemocracia y fascismo; la segunda suele ser producto del fracaso histórico de la primera en su intento de superar la crisis capitalista por la vía democrático-burguesa. Este intento tiene por objeto la reestructuración del poder político de la burguesía, que, a causa de la crisis de la economía y de sus principios democrático-liberales, cuando no se puede hacer por la vía de la democracia, se realiza mediante la dictadura fascista.

Hemos mencionado también la tendencia de la socialdemocracia a desarrollarse en fascismo, y la relación de esa tendencia con el programa de ambos, así como la centralidad que adquiere el Estado en las dos tendencias políticas con el objetivo de llevar a cabo dicho programa. Pero esta vez hablaremos de la cultura y la política obrerista que nace de la sociología de clase específica a la que ambas se dirigen.

El obrerismo es un componente importante de la política de masas de la socialdemocracia y del fascismo. Y es que, si el objetivo de la política de masas es dar cuerpo social a una doctrina, el obrerismo se convierte en un intermediario imprescindible para que se dé el arraigo social de estos movimientos políticos.

Este arraigo social tiene que adoptar inevitablemente una forma burocrática y autoritaria: es la extensión de la dictadura de la burguesía que, utilizando un mecanismo de control intermedio, debe llevar a cabo la conexión subordinada entre el poder de la burguesía y la amplia masa inerte. Así hemos solido definir la función de la clase media, como grupo de apoyo a la burguesía. También puede decirse de otro modo: la clase media –y sus partidos políticos– es el instrumento estatal de la burguesía, que ejerce efectivamente su poder político, o da al poder abstracto la forma concreta de la dominación.

Las políticas obreristas tienen por objeto a la clase media. Por medio de ella, es decir, por medio de la clase bien asentada en la institución burocrática de la sociedad burguesa, la burguesía extiende su dominación en el seno de la clase obrera. Específicamente, el obrerismo defiende la supremacía de la aristocracia obrera, y tiene su origen en la supremacía que es ya efectiva. Así, por medio del sindicalismo burocrático se genera una subjetividad obrera que está estrechamente unida con el corporativismo del trabajador colectivo que trabaja en el mismo espacio físico. En cambio, cuando uno y otro están desaparecidos, dan por agotada a la clase obrera y buscan nuevos sujetos. Pero esto solo es posible porque en realidad, para el obrerismo, ni siquiera en las condiciones en las que surge históricamente esa cultura y política –esto es, ni siquiera en las condiciones en las que la aristocracia obrera y su forma específica de trabajador colectivo de la esfera industrial son el cuerpo social más arraigado en el centro imperialista–, es la clase obrera cuerpo y potencial alguno de constituirse en sujeto comunista revolucionario.

El obrerismo defiende la supremacía de la aristocracia obrera, y tiene su origen en la supremacía que es ya efectiva

Por lo tanto, lo mencionado, es decir, la crisis de la subjetividad obrerista que sigue al proceso de desintegración de la clase media y de la aristocracia obrera que se da en el centro imperialista como consecuencia del desarrollo capitalista, y por medio de la división internacional del trabajo, es la superación del obrerismo sólo en apariencia; y sólo por ser una falsa superación pueden los reformistas acusar a los comunistas de obreristas, en tanto que pretendemos abolir la sociedad de clases en general, y la sociedad capitalista en particular, como expresión más desarrollada de la sociedad clasista, y conceptualizamos tal proceso como emancipación de la clase obrera y movimiento comunista que se organiza en su seno. Y es que tal acusación tan solo puede provenir de quienes han reducido la clase a una cuestión de administración económica, y no conciben su determinación política y social como fundamento de la sociedad capitalista.

Así, muy al contrario de lo que pudiera parecer, el obrerismo adquiere mayor justificación social en la medida en que desaparece su cuerpo social, pues de lo que se trata no es de dar una forma política y una concepción a la realidad ya existente, sino que de impedir que esa realidad, esto es, la subordinación del proletariado realizada mediante engranajes intermedios, pueda ser superada. El obrerismo es un consenso social a voz alta en época de prosperidad capitalista, y una política de exclusión activa y explícita del proletariado en época de crisis capitalista.

Es por ello que la cultura y la política que nacen con el predominio de la capa superior de la clase obrera no desaparece con su cuerpo social, sino que se hacen aún más visibles sus efectos y sus límites: se sigue identificando la lucha de clases y el movimiento obrero con la capa disminuida objeto del obrerismo, pero por razones cuantitativas se añaden nuevos sujetos a la ecuación, arrinconando la lucha de clases al terreno parcial de la economía, y resolviendo que es incapaz de transformar la realidad en su conjunto. Por lo tanto, el obrerismo es una política de masas reformista que tiene la función de influir en un terreno parcial –pero con vocación de totalidad en tanto que tal parcialidad imposibilita la concepción unitaria de la sociedad capitalista–, abrazada tanto por la socialdemocracia como por el fascismo, y que se basa en la anulación de las potencias políticas del proletariado.

Se basa en la anulación de las potencias políticas del proletariado

Las consecuencias políticas del obrerismo son absolutamente perjudiciales para la emancipación de la clase obrera; es más, ataca la concepción misma de la emancipación, cerrando la posibilidad del comunismo. Se infiere del obrerismo que no se trata de transformar la realidad, sino de equilibrar lo existente de otra manera. También por eso se da una exaltación de los llamados «sujetos oprimidos» o «sujetos periféricos», cuyo lugar se reclama tal y como han sido producidos por la sociedad burguesa existente en cuanto identidades en conflicto hipostasiadas por la izquierda posmoderna, y que halla su precedente en el obrerismo y en la exaltación de la clase y el orgullo de pertenecer a ella, como medicina mental de una clase pauperizada y socialmente excluida, cuyas características y miserias se tapan con un manto de psicología positiva y una pretensión de pseudo pertenencia voluntaria a tal colectivo, que tiene como consecuencia política la despolitización del proletariado y la aceptación de su condición impuesta como un modo de vida elegido por él. Tal orgullo de clase tan solo puede ser la exaltación del oprimido y, con él, del opresor.

En definitiva, el obrerismo implica la disolución del sujeto comunista, excluyendo su componente, el proletariado, de la ecuación política. La única práctica que cabe en el campo de la economía parcialmente entendida es la práctica conforme a las leyes correspondientes a dicha economía. El obrerismo identifica la lucha de clases con las luchas por las reformas económicas, relacionando la política con lo que los partidos políticos de la clase media ejercen en las instituciones del capital.

Por eso, cuando el reformismo compara y confunde el discurso de clase de los comunistas con el obrerismo, por el simple hecho de referirse a la clase obrera, están aplicando sus límites al movimiento comunista que está fuera de esas coordenadas. Porque este último no concibe la clase como un ser social que debe perpetuarse, ni limita su potencia a la economía capitalista. Cuando los comunistas identificamos el cuerpo social del sujeto revolucionario en el proletariado, a diferencia de los reformistas, no nos referimos a la simple aceptación del proletariado como producto del capitalismo, al cual algunos dicen estar orgullosos de pertenecer, sino al potencial para superarlo, que, en lo esencial, concentra en su existencia contradictoria la capacidad de producir una nueva sociedad.

Cuando el reformismo compara y confunde el discurso de clase de los comunistas con el obrerismo, por el simple hecho de referirse a la clase obrera, están aplicando sus límites al movimiento comunista que está fuera de esas coordenadas

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