FOTOGRAFÍA / Zoe Martikorena
2021/10/03

Nagorno Karabaj (Alto Karabaj, de etimología rusa), más conocido en Armenia como Artsaj, es una región situada en Transcaucasia. Se encuentra al sur de Rusia y Georgia, al este de Turquía y comparte frontera con el norte de Irán. Políticamente, el control sobre este territorio se encuentra en disputa entre Armenia y Azerbaiyán. Las mayores potencias internacionales reconocen la soberanía legítima al Estado de Azerbaiyán. Sin embargo, a causa de diversos procesos político-militares, el control efectivo sobre una parte del territorio está en manos de la República Armenia de Artsaj, cuyo reconocimiento internacional es bajo. Tras unos intentos de negociación prolongados a más de 30 años, las tensiones latentes entre Armenia y Azerbaiyán estallaron al son del estruendo de los cañones el pasado septiembre de 2020.

Este reportaje tratará de analizar algunas claves sobre la última confrontación armada, entre otros, su origen, los intereses de las mayores potencias imperialistas y las pistas que ofrecen las características técnicas de la competencia armamentística aplicada sobre la futura doctrina militar.

ANTECEDENTES: LA CUESTIÓN NACIONAL EN LA URSS

El Alto Karabaj fue una óblast (región) autónoma en la Unión Soviética, dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán. No obstante, históricamente su población ha tenido orígenes armenios. Los bolcheviques crearon un órgano político diferenciado para la gestión de las cuestiones del Cáucaso en el proceso de la articulación territorial de la URSS. Al principio, se decidió unir el Alto Karabaj con Armenia, basándose en el reconocimiento de la nacionalidad armenia y el internacionalismo proletario. Bakú (Azerbaiyán), sin embargo, no vio la decisión con buenos ojos, e impuso su voluntad política nacionalista en la política territorial soviética, ejerciendo presión sobre Moscú. El Kremlin temía que la ejecución del derecho a la autodeterminación de los armenios del Alto Karabaj quebrase la amistad entre el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) y el Partido Comunista de Azerbaiyán. Esto podría propiciar una coyuntura inmejorable para la intervención de las potencias imperialistas y Turquía en Azerbaiyán, sobre todo teniendo en cuenta la estrecha relación cultural entre Turquía y Azerbaiyán. Además, Azerbaiyán es rica en combustibles fósiles, a lo que se le añade su ubicación geoestratégica y logística, lo cual deja entrever la relevancia de la República de Azerbaiyán en el seno de la Unión Soviética. Por lo tanto, en 1923, el Alto Karabaj fue introducido dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán con un estatus administrativo especial.

El Kremlin temía que la ejecución del derecho a la autodeterminación de los armenios del Alto Karabaj quebrase la amistad entre el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) y el Partido Comunista de Azerbaiyán

En la década de los 80, junto con la reforma política liberalizadora Glasnost, las tensiones ocultas afloraron en el sur-este del Cáucaso (1). A medida que la Unión Soviética se fracturaba políticamente, entre la población armenia del Alto Karabaj se difundió la petición de unir la región con la República Socialista de Armenia, produciendo el enfado de los nacionalistas azeríes. En Moscú, Gorbachov y los suyos accedieron al chantaje histórico de los azeríes, sin prestar demasiada atención a los armenios. Seguidamente, las violentas disputas entre los azeríes y armenios se exacerbaron, lo que dio pie a una guerra entre el 1988 y 1994. En 1994, inmediatamente después de que se firmara el alto el fuego, ambas partes consensuaron la división territorial de la región, bajo la tutela de la nueva Federación Rusa. En un principio, las bases del acuerdo favorecieron a los armenios, puesto que fueron ellos quienes dominaron el frente.

UNA PAZ CON FECHA DE CADUCIDAD

Esta primera confrontación tuvo un cierre en falso con el proceso de negociación de Minsk emprendido en 1994. Las cuestiones más importantes que se debían resolver por medio de vías diplomáticas y las oportunidades que ofrecía cada una de ellas no resultaban nada sencillas (2):

1. El estatus de Alto Karabaj: ¿se integraría en Armenia? ¿Se crearía un nuevo estado? ¿Se le proporcionaría cierta autonomía dentro de Azerbaiyán? Y si se hiciese así, ¿qué nivel tendría esa autonomía? ¿Se anexionaría a Azerbaiyán?

2. Las garantías para cumplir la contención militar y el acuerdo: ¿la desmilitarización? ¿El envío de las tropas de las potencias imperialistas extranjeras? ¿De qué potencias?

3. El retiro de las tropas armenias: ¿cuáles serían los plazos? ¿Ocurriría en todo el Alto Karabaj o solo en una parte? ¿Quién controlaría las entradas al territorio?

4. La vuelta de los ciudadanos desplazados: ¿cuándo? ¿Serían obligatorias las indemnizaciones? ¿Tendría cada país su propio programa de ayudas internas para estos ciudadanos? ¿Ofrecerían ayuda los agentes internacionales?

5. Relaciones bilaterales después de la confrontación militar: ¿quién se haría responsable de la reconstrucción de la infraestructura que conecta ambos países? ¿Cuándo levantaría Azerbaiyán el bloqueo contra Armenia?

La respuesta a estas cuestiones, al contrario de lo que dicen los expertos en relaciones internacionales y los pacificadores profesionales, no yace en la voluntad subjetiva de los actores para conseguir la «paz» (como si la paz fuera en sí un objetivo), sino en la correlación de fuerzas objetivas de las potencias imperialistas y sus aliados locales. En el Alto Karabaj y en el mundo han cambiado las condiciones de la carrera imperialista desde el 1994 hasta hoy: algunas potencias se han fortalecido mientras que otras se han debilitado, algunos factores que han entrado en juego han acarreado cambios cualitativos, las alianzas se han ido amoldando según la coyuntura… Al fin y al cabo, las relaciones de poder entre las potencias burguesas están ligadas a unas leyes dinámicas; al contrario, las bases y los acuerdos de los denominados «procesos de paz» son estáticos, ya que corresponden a condiciones y momentos concretos de los conflictos. Por ello, es de entender por qué en los acuerdos se dan vulneraciones constantes por parte de los sujetos implicados en la competencia geopolítica. En general, son dos las razones que llevan a las partes de los conflictos armados a firmar acuerdos permanentes de paz o altos el fuego, sucesivamente: la victoria total de una fuerza sobre la otra o el debilitamiento equilibrado de ambas fuerzas. La primera se traduce en el proceso para gestionar la rendición de los vencidos; la segunda, en una pausa que realizan ambas partes para salir del impasse estratégico y acumular fuerzas en una mayor escala que se da como consecuencia de prolongar el equilibro del frente. Cuando una parte se siente más fuerte que la otra y se detectan posibilidades objetivas para la victoria, será cuestión de tiempo que el acuerdo se rompa y suene el estruendo de los tambores de guerra. Esa es la razón del fracaso de los «procesos de paz». Los débiles se aferran a las condiciones de los acuerdos de paz en las Naciones Unidas, mientras que los fuertes se atienen a sus propias fuerzas.

El Proceso de Minsk duró entre 1994 y 2004, con el objetivo de negociar de golpe las soluciones de las cinco cuestiones previamente mencionadas. En aquel camino en el que se pretendía negociar en pack, primero, se dejó de lado el formato diplomático trilateral, centralizando el Estado de Armenia y la República de Artsaj en una única delegación. Entre otras cosas, se analizaron las posibilidades de proporcionarle garantías de seguridad al Alto Karabaj y las diversas opciones de intercambiar territorios, los cuales se cumplirían a cambio de devolver el territorio a Azerbaiyán. No obstante, este contacto se agotó y el grupo de Minsk fue poco a poco perdiendo su prestigio político.

Como consecuencia del fracaso del programa pack, el Proceso de Praga (2004-2006) emprendió una «solución por pasos». Los diálogos fueron retomados en la capital de la República Checa. Se deseaba consensuar el estatus del Alto Karabaj tras firmar la «paz». Aun así, tanto en Armenia como en Azerbaiyán, los representantes políticos fueron sometidos a una gran presión, ya que diversos sectores sociales como la oposición política local exigían objetivos maximalistas que no podían ser impuestos por vía diplomática (3).

El último intento de negociación fue el Proceso de Madrid (2007-2018). En él, se intentó retomar la posibilidad de la solución pack, haciendo cierta especificación programática a la hoja de ruta inicial (4). La negociación llegó a un callejón sin salida y Azerbaiyán empezó a engrasar su maquinaria de guerra.

El fracaso de todos los intentos diplomáticos acentuaban lo siguiente: ni Azerbaiyán ni Armenia han conseguido ser, de momento, tan fuertes como para hacerse con el Alto Karabaj en su conjunto. Aunque Azerbaiyán es superior a Armenia demográfica, económica, militar y diplomáticamente, no ha conseguido intervenir directamente en el territorio. Los armenios, por su parte, no han mostrado ser capaces de estabilizar su poder en la región, unir Artsaj con el Estado de Armenia y conseguir aceptación internacional. De ahí viene la existencia de la República de Artsaj y su especial estatus. La correlación de fuerzas militar, como vemos más adelante, refleja la misma tendencia: los armenios mantienen la fortaleza que les ofrece el paisaje montañoso, pero carecen de la capacidad ofensiva. Su estrategia se limita a la defensa, o como mucho, al desgaste de la capacidad de ataque de los azeríes (5).

El fracaso de todos los intentos diplomáticos acentuaban lo siguiente: ni Azerbaiyán ni Armenia han conseguido ser, de momento, tan fuertes como para hacerse con el Alto Karabaj en su conjunto

En abril del 2016, Azerbaiyán lanzó una ofensiva contra varios lugares estratégicos en una guerra que tomó el nombre de La Guerra de los Cuatro Días. Aunque Rusia fue capaz de detener la ofensiva por un tiempo, no parecía que la situación fuese a quedarse así. Por una parte, los azeríes siguieron fortaleciendo sus posiciones militares y diplomáticas, y por otra, tras las protestas de 2018, la facción burguesa que ostentaba el poder político en Ereván (Armenia) fue expulsada del gobierno. El nuevo ejecutivo de Nikol Pashinyan, entre otras cosas, ha actuado con más firmeza en las cuestiones del Alto Karabaj (6). Azerbaiyán tampoco ha quedado exenta de conflictos internos; en efecto, la crisis económica y la corrupción han posicionado a una gran parte de la opinión pública en contra del gobierno de Ilham Aliyev. Así, en verano del 2020 tomaron lugar duras manifestaciones a favor de la recuperación del Alto Karabaj, exigiendo una declaración de guerra contra Armenia. Como consecuencia, a las clases dominantes azeríes se les ha abierto una oportunidad perfecta para encubrir las contradicciones internas bajo la bandera nacional, hacer suyas ciertas tierras estratégicas armenias y retomar las negociaciones desde una posición de fuerza más favorable (7).

LA GUERRA DEL 2020

A finales de septiembre de 2020, estalló la confrontación armada entre los armenios y azeríes (8). Esta disputa fue más grave de que las escaramuzas frecuentes de los últimos años; acarreó una ofensiva más amplia del ejército de Azerbaiyán. Los azeríes emplearon acorazados e infantería ligera en la lucha de corta distancia, con la ayuda de helicópteros y dispositivos dron. En distancias largas, por su parte, hicieron uso de misiles teledirigidos de alta precisión y drones de largo alcance. Azerbaiyán se impuso desde el principio en el frente de más de 200 kilómetros, dominando fortalezas armenias y la orografía escabrosa del sur de Alto Karabaj. Mientras en las filas armenias se extendía el caos, los azeríes atacaron contra infraestructuras estratégicas y tomaron posesión de las rutas de avituallamiento en diversos puntos, avanzando así en el frente.

En el momento del estallido de la lucha eran aún desconocidas las intenciones de Azerbaiyán: ¿quería tomar el Alto Karabaj en su conjunto, o se conformaba con un mero avance territorial parcial? No estaba claro. Los representantes de Armenia, Azerbaiyán y Rusia firmaron el acuerdo tras 44 días de contencioso, declarando que tres distritos del Alto Karabaj pasarían a manos de Azerbaiyán en un plazo determinado (9). Bakú hizo una campaña tan rápida como exitosa. Por una parte, ha evitado la guerra de desgaste que podría suponer el intento de ocupar todo el territorio de Artsaj, y por otra parte, ha obtenido conquistas territoriales permanentes, con ayuda sólida tanto militar como diplomática.

CONFLICTOS LOCALES, TENSIONES GLOBALES

El conflicto interburgués geopolítico de Artsaj es consecuencia de las complejas dinámicas latentes a nivel local, en la zona y también a nivel global. Para esbozar un mínimo marco de comprensión respecto a este tema, el análisis de los intereses de los actores con distintos niveles de implicación en el Alto Karabaj puede ser un buen punto de partida, considerando sus conductas, posiciones e interdependencias. Hasta ahora, hemos tratado de caracterizar el antagonismo entre Armenia y Azerbaiyán. Si levantamos la vista del territorio local, veremos que Rusia, Turquía e Irán se encuentran en la zona. En una dimensión mayor, podremos observar el bloque imperialista occidental y China, situándose cara a cara.

En cuanto a Rusia, en los últimos años se ha observado que ha cambiado ligeramente su posición respecto al conflicto de Alto Karabaj. Ya no apoya a los armenios de manera incondicional, y no le conviene molestar demasiado a Azerbaiyán. ¿Por qué? Primero, porque Azerbaiyán también se ha convertido en un cliente importante de su industria militar. Segundo, porque el hipotético apoyo de los azeríes a los islamistas rusos podría traerle a Moscú graves problemas de seguridad interna. Tercero, porque también entraría en juego la clásica importancia del mercado energético de Azerbaiyán. Aun así, asegurar la contención de Azerbaiyán sigue siendo un tema de suma importancia en la política exterior de Rusia. Armenia cumple la función de «colchón» para Rusia, por decirlo de alguna manera. Como Azerbaiyán es aliado de Turquía, las hipotéticas conquistas de territorios armenios podrían suponer una expansión de su influencia en las fronteras Rusas, lo cual fortalecería las posiciones geopolíticas generales de la OTAN. Así, Armenia y Rusia han firmado un Tratado de Seguridad Colectiva y mantienen una estrecha relación comercial dentro de la Unión Económica Euroasiática. Eso sí, a partir del 2018 la aproximación de Armenia hacia la Unión Europea no ha agradado a Rusia, tanto que el Kremlin puede ejercer presión sobre Ereván (10) retirándole su apoyo diplomático en los asuntos relacionados al Alto Karabaj, pues Armenia se encuentra bastante sola. Sin embargo, no debemos obviar que el último armisticio obtenido con la mediación de Rusia conlleva unas implicaciones interesantes para el Kremlin (11):

Asegurar la contención de Azerbaiyán sigue siendo un tema de suma importancia en la política exterior de Rusia

1) Colocar sus tropas en territorios controlados por Azerbaiyán, por primera vez desde la disolución de la URSS.

2) Reafirmar la posición de la potencia más importante de la zona, siendo el único agente de exterior en el proceso de paz.

3) Evitar que el ejército turco se asiente en sus tierras.

4) Afianzar su alianza con Armenia.

Vayamos a hablar ahora de Turquía. Es bien conocida su postura hacia Azerbaiyán: «una nación, dos países», según el presidente turco Tayyip Erdoğan. Además, Turquía empleó su Internacional Islamista, enviando mercenarios de Siria y Libia a luchar en el Alto Karabaj (12). De todas maneras, la ayuda proporcionada desde Ankara (Turquía) a Bakú ha sido absoluta y evidente; mediática, política, diplomática y también militarmente. Una vez firmaron el acuerdo de paz, quisieron enviar unos «inspectores de la paz» al Alto Karabaj; Rusia le cerró sus puertas desde el principio. Como salta a la vista, Turquía se aferra a la voluntad expansionista también en el Cáucaso con determinación para echarle un pulso a Rusia.

Se puede decir que de momento Irán ha ejercido de observador; no se ha podido demostrar ningún indicio de su intervención. Cuando empezaron los conflictos, Irán no se posicionó explícitamente ni con una parte ni con la otra. Más que nada se preocupaba del peligro que podía suponer para su seguridad nacional una guerra cercana a sus fronteras. Por eso, hizo un llamamiento a las dos partes para alcanzar un compromiso político. Por otra parte, la ciudadanía de Irán es azerí en un 16 % (13); la mayor parte de la ciudadanía de Azerbaiyán, por su parte, es musulmán chiita, al igual que la de Irán. Debido a esto, Irán pasea con pies de plomo para no pisar ninguna mina en la política de Azerbaiyán. En estos días aún desconocemos hasta dónde puede llegar la capacidad de influencia de la República Islámica en el Alto Karabaj. Más allá de la disuasión de los peligros, a Irán le interesa un equilibrio de poder en el Cáucaso para mantener su corredor logístico con Rusia e India. Este proyecto denominado INSTC supondría una interesante alternativa al canal de Suez (14). Si Rusia eligiera entre Armenia y Azerbaiyán, el corredor perdería su conexión con Irán. Además, que cualquiera de las dos se apartase de Rusia y se acercase a la órbita de la OTAN se traduciría en una amenaza militar directa para los intereses de Irán (15). Por si esto fuera poco, también hay otro factor externo que puede condicionar la conducta del país persa: la complicidad entre Israel y Azerbaiyán.

En este sentido, puede resultar útil dar una pequeña aclaración sobre la posición del ente sionista para esclarecer ideas sobre el mapa geopolítico. Israel, como el bazar gigantesco de destrucción masiva que es, se ha convertido en la potencia que más material bélico le vende a Azerbaiyán. Se calcula que entre 2006 y 2009 los sionistas vendieron a los azeríes una suma de armamento valorado en 825 millones de dólares (16). Aparte del mero beneficio económico, ¿cuál puede ser el objetivo de Israel? Es posible que desee crearle estragos a Irán, su mayor enemigo, a cambio de los daños que le causa Irán con la resistencia de Palestina o la protección de Hezbolá en Líbano.

Hablando de las mayores potencias mundiales, cabe mencionar la ausencia de los EEUU. El Cáucaso no es, en este momento, una zona prioritaria para el Tío Sam, y precisamente a Nagorno Karabaj nunca le ha prestado demasiada atención. Una intervención en el territorio supondría demasiadas adversidades para pocos beneficios. Aparte de esto, no tendría mucho sentido que después de que el Pentágono se haya rendido en un punto estratégico como Afganistán y haya huido, desplace sus tropas, con poca garantía de éxito, a una zona peligrosa. Aun así, esto no significa que Washington no juegue sus cartas en el Cáucaso. En estas zonas de carácter secundario o terciario, el bloque imperialista mantiene su influencia de manera implícita, con la ayuda de unos aliados locales. En este sentido, Turquía, Azerbaiyán y Georgia cumplen con la función de detener a Rusia, con el incentivo de ganancias territoriales, comerciales y militares.

Asimismo, el ruido de cañones del Cáucaso no ha dejado indiferente a China. El Ministerio de Asuntos Exteriores de la República Popular se pronunció firmemente en contra de la guerra, exigiendo a ambas partes «paz y estabilidad». El gigante asiático está realizando inversiones cada vez mayores en el Cáucaso, dentro del proyecto comercial expansionista conocido mundialmente como Belt and Road Initiative (BRI). Así, ha desarrollado relaciones estrechas tanto con Azerbaiyán como con Armenia, pero sobre todo con Azerbaiyán. En una escala eurasiática más amplia, le interesa el equilibrio entre Turquía, Irán y Rusia. En realidad, no le interesa que una sola potencia acumule demasiada fuerza; busca cierta variedad de oportunidades para tratados comerciales que tomen una gran escala territorial. A China, para firmar tratados, le es imprescindible evitar posibles disputas entre las potencias eurasiáticas y mostrar la figura del «inversor no partidista» (17). Además, prefiere no hacer declaraciones explícitas sobre la política interior de otros países. La burguesía china trabaja el control sobre otros territorios por vías financieras y empresariales. Ha llegado a diseñar planes para hacerse con las tierras de estados soberanos y sus recursos naturales, empleando deudas como mecanismos de presión (18).

A China, para firmar tratados, le es imprescindible evitar posibles disputas entre las potencias eurasiáticas y mostrar la figura del «inversor no partidista»

BELLUM 4.0

Hasta ahora, Armenia estaba preparada para prevenir la mayoría de los ataques aéreos, gracias a los sistemas de defensa comprados a Rusia. Pero esta cúpula ha quedado obsoleta a día de hoy, cuando a los aviones comunes y a los caza se les han sumado los drones de guerra, transformando la doctrina militar. Los antiguos sistemas carecen de la capacidad para detectar la amplia gama de firmas radar de estos artefactos. Por ende, Azerbaiyán ha sido capaz de romper el paraguas anti-aéreo armenio (19). Sin embargo, tuvo que diseñar una operación compleja, ya que la defensa aérea se esconde en la retaguardia del frente. Para enfrentarse a este reto, antes de nada, el ejército de Azerbaiyán envió como señuelo unos aviones soviéticos antiguos, que dejan huella notable en los radares; estos llamaron la atención de los radares armenios, les obligó a lanzar misiles contra ellos, y así, Azerbaiyán pudo ocultar su drones. Gracias a esta técnica, los azeríes lograron triangular las posiciones de la defensa aérea armenia, lanzar ataques mediante drones y neutralizarlas.

Los aviones no-tripulados han dejado de ser parte del monopolio de las superpotencias; entre los estados burgueses se está dando una «democratización de los drones». Como vimos en el Alto Karabaj en 2020, también los países pequeños como Azerbaiyán se han hecho con drones, abriendo las puertas para realizar operaciones sofisticadas que antes solo estaban a disposición de unos pocos. De todas maneras, hay que reconocer que para que Azerbaiyán pudiera hacer un uso efectivo de estas nuevas armas, ha sido necesario mantener relaciones comerciales y militares directas con potencias imperialistas de primer orden.

Los aviones no-tripulados han dejado de ser parte del monopolio de las superpotencias; entre los estados burgueses se está dando una «democratización de los drones»

Está todavía por ver cómo evolucionará el uso de drones, sobre todo cuando se consigan integrar armas de ataque aire-aire o efectivas armas láser de defensa. Eso sí, es verdad que tendencialmente los caza están quedando en desuso para las potencias con un presupuesto militar bajo. De hecho, la aviación tripulada es muy costosa (exige entrenar a los pilotos, adquirir aviones punteros, proveerlos con munición, realizar los trabajos de mantenimiento…), y viendo el nivel de desarrollo de los sistemas de defensa actuales, si la guerra es entre estados, los ataques aéreos solo resultan ser efectivos empleando una gran cantidad de aviones. De la misma manera, en los siguientes años, podremos ser testigos de la proliferación de los dispositivos dron militares y es probable que su uso en los espacios civiles se expanda aún más.

CONCLUSIONES

Para extraer unas conclusiones generales que puedan servir para analizar procesos geopolíticos, primero de todo, debemos recordar que en las guerras por delegación en las que se superponen las potencias locales y globales, el estado o el agente subordinado es más que una extensión instrumental de la superpotencia en cuestión. Debemos tener en cuenta que la burguesía local, el gobierno que ejecuta sus intereses y los señores de la guerra tienen sus intereses particulares. En última instancia, estos intereses podrán servir de incentivo o freno respecto a la guerra.

En segundo lugar, hemos podido identificar que las disparidades entre las superpotencias también tienen su repercusión a nivel local. La reconfiguración del orden global se deja entrever en cada conflicto concreto, ya que no hay ningún antagonismo que pueda escapar de los cambios de parámetros generales.

Y, en tercer lugar, hemos visto que el desarrollo de las fuerzas productivas también es un factor determinante en el ámbito bélico. Las innovaciones tecnológicas pueden cambiar radicalmente la doctrina militar, y las facciones que no se modernizan son aplastadas de una forma continua, tanto en el mercado como en el frente (si es que existe alguna diferencia entre ambos).

REFERENCIAS

(1) Alejandro López Canorea, La frontera imposible (I): Artsaj, Descifrando la Guerra, 2020.

(2) Jorge González Márquez, El fracaso de la diplomacia en Nagorno Karabakh (I): el proceso histórico, Descifrando la Guerra, 2020.

(3) Jeffrey Mankoff, Why Armenia and Azerbaijan Are on the Brink of War, Foreign Affairs, 2020.

(4) Jorge González Márquez, El fracaso de la diplomacia en Nagorno Karabakh (I): el proceso histórico, Descifrando la Guerra, 2020.

(5) José Ignacio Castro Torres, Nagorno Karabaj: un nudo gordiano en mitad del Cáucaso, Instituto Español de Estudios Estratégicos, 2020, Pág. 18.

(6) Jorge González Márquez, El fracaso de la diplomacia en Nagorno Karabakh (I): el proceso histórico, Descifrando la Guerra, 2020.

(7) Michael Safi, Qué está pasando ahora en Nagorno-Karabaj y otras claves para entender el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, elDiario.es, 2020.

(8) Jorge González Márquez, Escaramuza en el Cáucaso: ¿se abre un nuevo frente?, Descifrando la Guerra, 2020.

(9) Jorge González Márquez & Alejandro López Canorea, Acuerdo de alto el fuego en Nagorno Karabakh – Preguntas y Respuestas, Descifrando la guerra, 2020.

(10) Sara Setién, Conflicto de Nagorno Karabaj 2020: ¿Nos encontramos ante la solución definitiva?, Instituto Español de Estudios Estratégicos, 2020, Pág. 14.

(11) Jorge González Márquez, El ejército ruso regresa a Nagorno Karabakh, Descifrando la Guerra, 2021.

(12) Fehim Tasketin, Syrian fighters add snarls to tangled south Caucasus, Al-Monitor, 2020.

(13) cia.gov/the-world-factbook/countries/iran

(14) HispanTV, Irán, Rusia y La India idean una ruta alternativa al canal de Suez, 2018.

(15) José Ignacio Castro Torres, Nagorno Karabaj: un nudo gordiano en mitad del Cáucaso, Instituto Español de Estudios Estratégicos, 2020, Pág. 12.

(16) Sara Setién, Conflicto de Nagorno Karabaj 2020: ¿Nos encontramos ante la solución definitiva?, Instituto Español de Estudios Estratégicos, 2020, Pág. 17.

(17) Barthélémy Courmont, Le Haut-Karabakh, un enjeu pour Pékin, Iris, 2020.

(18) Irene Savio, ¿Puede China acabar comprándose un país? Así opera la peligrosa deuda de Pekín, El Confidencial, 2021.

(19) Cosas Militares, Lecciones de la Guerra del Nagorno-Karabaj, Análisis, 2020.

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