Luces y sombras en el mapa FOTOGRAFÍA / Zoe Martikorena
2020/09/10

Para responder a esta pregunta, es necesario coger el globo terraqueo entre nuestras manos y esbozar con pintura roja los vínculos entre distintos puntos que podemos marcar en el mapa. El modo de producción capitalista constituye una unidad global, y con sus conflictos internos y contradicciones, debemos prestar atención a toda la amplitud del mapa para comprender las condiciones de vida y de trabajo que están a la vista en uno u otro punto del mundo.

Y es que las oportunidades de vida vigentes en algunas zonas tienen como base y sustento las severas posibilidades de vida de otros lugares, un lazo que no sólo se observa entre diferentes países, claro está: también entre diferentes sectores laborales se desarrolla esta relación violenta y fundamental, dentro de un mismo país. En esta conexión, una puede ser precondición de la otra, y al mismo tiempo, efecto. Desglosemos, pues, varias luces y sombras de ese mapa.

Como primer paso para la elaboración de esta radiografía, podemos fijarnos en el salario medio de cada país. Los tres primeros estados con las cifras más altas en el ranking mundial son europeos. Eso sí, hay que recordar que la baja presión fiscal y la muy reducida población caracterizan a estos países, que son Suiza, Mónaco y Luxemburgo, respectivamente. No tienen apenas tejido productivo y su economía se basa en el apoyo financiero de las potencias industriales y multinacionales tanto del viejo continente como del mundo.

Descendiendo un poco en el ranking, todavía con cifras bastante altas, podemos ver a Singapur, Estados Unidos y Dinamarca. Tres países geográficamente separados. Uno es el paraíso fiscal y enclave logístico estratégico del lejano Oriente, el segundo, potencia tanto económica como militar global, mientras que el tercero destaca en la producción energética europea, la exportación de alimentos y la industria tecnológica especializada puntera. Además de eso, tiene bajo su control las Islas Feroe y Groenlandia, donde existe una abundante posibilidad de pesca, y en parte, extracción de hidrocarburos.

Los tres primeros estados con las cifras más altas en el ranking mundial son europeos

Les siguen Qatar, Noruega e Islandia. Qatar se impone en la exportación de petróleo y gas, pero no sólo eso, sino que hay que decir que su legislación laboral equivale a la que existía en Europa a principios del siglo XIX, y que el obrero migratorio que constituye una parte significativa de la fuerza de trabajo actúa, en particular, casi en condiciones de esclavitud. Este caso nos muestra que el nivel de salario medio es un indicador muy difuso para tener una imagen objetiva de la situación interna de cada país, y que este dato debería cruzarse con otras variables para obtener una visión un poco más completa.

Este caso nos muestra que el nivel de salario medio es un indicador muy difuso para tener una imagen objetiva de la situación interna de cada país

De hecho, se puede encontrar una situación totalmente distinta en la Noruega que le sigue en la lista, por ejemplo. El país nórdico tiene unas condiciones de vida mucho más prósperas, con una amplia clase media. Debido a la intervención del Estado en las industrias del petróleo y la energía hidroeléctrica, aún puede aferrarse bastante firmemente a las bases del Estado del Bienestar. Por otra parte, se sabe que los trabajadores noruegos asalariados tienen más poder adquisitivo que los de Qatar, donde las desigualdades sociales son mucho más violentas. Todo esto lo esconde la cifra nominal del salario medio. A continuación, figura Islandia, también de baja población, puntera en la producción energética y con una importante industria de la pesca.

Entre los siguientes países se repiten las características citadas: Australia, Hong Kong, Holanda, Japón, Suecia, Emiratos Árabes Unidos, Alemania, Irlanda, Finlandia, Canadá y Nueva Zelanda. En el caso de Alemania, es una potencia industrial histórica y destacada exportadora, pero como en la mayoría de los países del primer bloque, el sector terciario constituye la parte más importante de la economía.

Además, estos 20 países que ocupan los primeros puestos del ranking tienen otra característica en común: que casi la mayoría son miembros de la OTAN, aliados globales de la OTAN, que tienen un acuerdo secundario de defensa con Estados Unidos o que fácticamente son países que protegen los intereses militares del bloque imperialista occidental.

En el segundo bloque del ranking, los puestos 21-50 los ocupan potencias industriales con menor competitividad, paraísos fiscales más pequeños, destinos turísticos importantes y/o países con materias primas estratégicas. Por citar algunos de ellos: Reino Unido, Israel, Corea del Sur, Francia, Bélgica, Austria, Andorra, Kuwait, Arabia Saudí, Omán, Italia, España, Taiwán, etc. Aquí también se mantiene la correlación de la alianza militar, ya que en los conflictos internacionales la mayoria de los países se alinea claramente con el bloque imperialista occidental.

Finalmente, al final del ranking de salarios medios, sobresalen los países de África, Asia y Sudamérica, junto a las economías más débiles de Europa. El pasado colonial, el desarrollo más escaso de las fuerzas productivas, la explotación intensiva de las materias primas, la explotación más brutal sobre la fuerza de trabajo, la presencia de guerras civiles, la intervención de las burguesías monopolistas internacionales, la emigración y una legislación laboral más difusa predominan en ellos. Además de eso, en estos países apenas existe la denominada clase media. Por un lado están los sectores sociales que protegen la propiedad privada, mantienen sumisa la fuerza de trabajo y la ponen en explotación en beneficio de la burguesía monopolista internacional (terratenientes, funcionarios, militares, etc.), y por otro, las masas extensas expropiadas.

TELAS TEÑIDAS DE ROJO

Es evidente que es en esos países donde predominan las condiciones de trabajo y vida más duras donde más se han extendido ciertos sectores; precisamente, la producción de materias primas baratas o algunas de las fases más simples de la industria, la denominada industria primaria. Un ejemplo de ello es el sector textil.

Es en esos países donde predominan las condiciones de trabajo y vida más duras donde más se han extendido ciertos sectores

Según la definición de la Organización Mundial del Comercio, la industria textil tiene dos caras: por un lado, es una «industria intensiva en términos de trabajo» y tiene «salarios bajos», pero por otro, es un «sector innovador». Según el «segmento del mercado» que tomamos como eje, la OMC dice que se puede reflejar una cara u otra. «En el mercado de la moda de alta calidad, la industria se caracteriza por una tecnología moderna, trabajadores y diseñadores bien pagados y un alto grado de flexibilidad».

En cuanto al sector textil, muchas firmas conocidas no tienen ni un solo taller de costura, o al menos no de forma directa. Se encargan del diseño y la distribución, pero dejan en manos de las empresas subcontratadas la propia producción, donde los salarios son más bajos y, en general, las condiciones laborales son más duras. Como han venido advirtiendo, hoy en día, el sector textil es quizás el que más gráficamente muestra la estructura de la producción en el sistema económico capitalista. Las materias primas se trasladan al sudeste asiático, India y Marruecos para que en los talleres de costura las trabajadoras (muchas veces mujeres, en el caso de Camboya, el 90%) produzcan prendas de vestir en condiciones severas. Luego son las grandes firmas internacionales las que se hacen con estas prendas para exhibirlas y venderlas en París, Milán o Nueva York. Fábricas, máquinas de coser, manos desgarradas y polvo en un extremo, y escaparates, tiendas luminosas y brillo en el otro extremo. Interconectados.

El 60% de la producción mundial de ropa se sitúa en Asia, principalmente, en el sureste asiático. Destacan, por ejemplo, Bangladesh o Camboya (según datos de 2018, en esta última trabajan a sueldo 700.000 personas en la industria textil). El salario medio es de 247 euros en Bangladesh y de 181 euros en Camboya. Si queremos ilustrar Bangladesh, no podemos olvidar la matanza de Rana Plaza: más de mil muertos y más de un millar de heridos cuando el edificio que daba espacio a varios talleres del sector textil se vino abajo, en 2013. Tuvieron gran repercusión las multitudinarias movilizaciones de los trabajadores en Camboya y Bangladesh tras este siniestro. Reivindicaban una mejora de las condiciones laborales y un aumento de los salarios.

El 60% de la producción mundial de ropa se sitúa en Asia

También se ha subrayado el caso de India en muchas ocasiones. Es conocido el sistema Sumangali vigente ahí, mediante el cual las jóvenes (a menudo menores de edad) trabajan entre 3 y 5 años en talleres de costura para luego poder pagar la llamada dote. Trabajan hasta 60 horas semanales. El trabajo infantil es una de las caras más crudas de este sector, y no sólo en la fase de coser: tanto en la producción de algodón como en la creación de telas podemos detectar la presencia infantil. India, Uzbekistán, China, Bangladesh, Egipto, Tailandia y Pakistán son los países con mayor presencia de niños en la industria textil, destacando también Argentina, Brasil y Camboya.

A pesar de que Asia sea la predominante en el sector, con la subida de salarios que ha habido allí en los últimos años, poco a poco, también han desplazado la producción de ropa a África. Por ejemplo, se han fijado en Etiopía y Sudáfrica. El sector también tiene su importancia en Sudamérica: en Argentina, el 78% de los trabajadores que trabajan en negro se dedican al textil.

En la cadena de producción, además, otros pasos fundamentales que quedan a la sombra preceden a las ruidosas máquinas de coser. Entre otros, destaca la producción de algodón. China e India son los principales productores de algodón, seguidos por Estados Unidos, Pakistán y Brasil.

Según la Organización Internacional del Trabajo (International Labour Organization), a nivel mundial, 21 millones de personas trabajan «en condiciones laborales forzosas» y también se ha hablado de la «esclavitud moderna». El sector textil y el agrario son dos ejemplos de ello. Examinemos, pues, ciertos hechos que han aflorado en el mundo de la agricultura para hacer una aproximación de lo que en él sucede.

SEMBRANDO MISERIA

Los sectores primarios de la producción también se sostienen en países con mejores condiciones laborales y de vida a primera vista. A modo de ejemplo, abordemos ciertas actividades agrarias en el Estado español, en las que tiene un peso especial la fuerza de trabajo que se mueve de otros países.

Las fresas de Huelva, los melocotones de Murcia... Hacia primavera empieza la recolecta de algunas cosechas en muchos lugares, y por todas partes se puede ver a temporeros que se desplazan desde otros países para realizar estos trabajos. Según el Sindicato de Obreros del Campo, en la recogida de fresas de Huelva trabajan unos 55.000 jornaleros. Además de los andaluces, suelen ser muchos los que acuden al trabajo desde el Este de Europa (Polonia, Rumanía o Bulgaria) o desde África (Marruecos, Mauritania, Argelia o Senegal), en algunos casos, sin papeles.

Es significativo, por ejemplo, que este año la cosecha de fresas de Huelva haya quedado en entredicho debido a que las fronteras estaban cerradas por la pandemia y las miles de personas convocadas no pudieron acudir a Huelva, según recogió el portal Newtral. Según el ministro español de Agricultura, Luis Planas, entre 100.000 y 150.000 trabajadoras se desplazan al Estado español desde el norte de África y el este de Europa para dedicarse a la recogida de diversas cosechas por un jornal.

Entre 100.000 y 150.000 trabajadoras se desplazan al Estado español desde el norte de África y el este de Europa para dedicarse a la recogida de diversas cosechas

Recordemos que en Alemania el Gobierno flexibilizó las medidas ligadas al estado de alarma para que 40.000 temporeros del este de Europa pudieran viajar a Alemania. El Estado español no se quedó atrás: ante las evidentes dificultades para contratar trabajadores por el cierre de fronteras, el Gobierno aprobó el Real Decreto-ley 13/2020, que incluía una serie de medidas urgentes en relación con la agricultura. Se trataba, en definitiva, de medidas para facilitar la contratación, como la ampliación de los permisos de los migrantes con permisos provisionales para trabajar o la concesión de permisos para trabajar a algunos migrantes de 18 a 21 años. Por otro lado, el Gobierno autorizó la conciliación de las subvenciones por desempleo y los salarios agrarios. Eso, claro, indica lo bajos que son los salarios.

Según el Ministerio de Trabajo y Migración, en febrero de este año, sólo el 30% de los migrantes que ejercían en el Servicio Especial Agrario estaban afiliados a la Seguridad Social. Por otro lado, las chabolas en las que residen los temporeros son muy frecuentes, en ocasiones construidas por los propios jornaleros. Algunos miembros del Colectivo de Trabajadores Africanos han denunciado que en estas cabañas viven entre cinco y seis personas y que, en muchos casos, no tienen agua ni electricidad. En otros casos, tampoco disponen de chabolas para pernoctar.

He aquí el duro testimonio que el Sindicato de Obreros del Campo sacó a la luz a mediados de la década de 2000:

«La imagen que vivimos día a día en esta zona fresera, son cientos de jornaleros inmigrantes que vagan  de  tajo  en  tajo  para  conseguir  un  jornal,  magrebíes,  subsaharianos,  polacos,  lituanos  o  ucranianos  que  se  ven  salir  de  los  pinares  sin  que  puedas  descubrir  en  qué  lugar  han  dormido  esa  noche. También los vemos en las plazas de los pueblos esperando que algún patrón les diga desde su  todoterreno  o  furgoneta  si  quieren  trabajar  unos  días  o  unas  horas.  Se  les  ve  haciendo  largas  colas en Palos, Mazagón, Lepe y demás  pueblos freseros para conseguir dos veces en semana una bolsa  con  un  poco  de  alimento  y  enseres  de  higiene  que  reparten  en  los  ayuntamientos  Cáritas  u  otras ONG’S con subvenciones de los poderes públicos para que no estalle el desorden por hambre o  desesperación  de  estos  trabajadores.  Cortijos  donde  viven  amontonadas  familias  andaluzas  o  mujeres rumanas, polacas o búlgaras, casas sin los servicios adecuados, a veces sin luz eléctrica, sin agua  caliente  e  incluso  sin  agua.  Salarios  ridículos  que  ni  siquiera  cumplen  el  ya  de  por  sí  bajo  Convenio  Colectivo  para  la  provincia  de  Huelva.  Exigencias  de  rendimiento  con  topes  de  cajas  de  fresas  que  tienen  que  recoger  por  persona  y  jornada,  azuzando  a  trabajadores  contra  trabajadores». 

Y aunque parezca que las condiciones no pueden ser más duras, hay que destacar las agresiones sexuales que han denunciado las mujeres jornaleras tanto en el Estado español como en Italia. Según recogió El Diario en 2018, varias mujeres que habían estado recogiendo fresas en Huelva manifestaron haber sido agredidas por sus superiores. Estas temporeras denunciaron tanto acoso como violaciones.

Este sistema y modo de producción, pues, construye su capacidad y su rentabilidad a espaldas de ciertos sufrimientos y dolores. Son vínculos complejos que se extienden por toda la tierra, que permiten toda un modo de vida y producción, y sudan lágrimas constantemente.

BIBLIOGRAFíA

Preciosmundi.com

Jornaleros de la fresa o esclavos modernos, Sindicato de Obreros del Campo.

Mano de obra para la campaña de recogida de fruta: ¿en qué condiciones?, Newtral.

Una investigacion periodística denuncia violaciones a trabajadoras immigrantes en los campos de fresas de Huelva, El Diario.

Cuaderno de comercio justo. Monográfico sobre el textil laneko bigarren kapitulua: El mercado global del textil y sus desequilibrios comerciales, Coordinadora estatal de comercio justo.

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