FOTOGRAFÍA / Manubeltz
Eli Irazu
2024/10/03

Y en las calles estrechas, angostas, tortuosas de la inmensa ciudad, entre los muros fríos y silenciosos, erigidos por la mano de creadores desconocidos, crecía cada vez más y se maduraba la gran fe de los hombres en fraternidad de todos con todos: ‘¡Camaradas!’Maksim Gorki

En el último año, todos y todas hemos oído las barbaridades que han pronunciado los apologistas del genocidio de Gaza; al fin y al cabo, hay que decir muchas burradas para justificar lo que están haciendo. Sin embargo, es tan malo el sabor que me ha dejado en la memoria una de estas, que no me la puedo quitar de la cabeza. Me refiero a la idea que tanto se ha oído en las redes sociales, que dice que los países árabes deberían acoger a los palestinos. No tanto por razones prácticas, sino porque la cuestión de Palestina se entiende como un tema de los árabes.

Quizás me diréis que no es para tanto, que los sionistas han dicho cosas mucho peores, y tendréis toda la razón. Pero me parece que detrás de esta frase se encuentra una noción de la política que está muy extendida, y que ha contaminado totalmente a la socialdemocracia, además de a la derecha.

Precisamente, afirmar que el genocidio de Gaza es el problema de un grupo particular implica la cruda y evidente negación de la idea de igualdad. La derecha tiene gran experiencia en esto, pues siempre ha defendido de forma manifiesta la desigualdad: alza la proclama nacionalista para dividir a migrantes y autóctonos, la del machismo, para nivelar a hombres y mujeres, etcétera. Dividen la sociedad en grupos, afirmando que cada uno de ellos tiene sus intereses, y que a cada uno le corresponde defenderlos. Así, ocultan aquello que realmente divide al ser humano: la propiedad privada.

Pero la derecha no se ha olvidado de la clase, y es la única que no para de insistir en las diferencias entre personas. Me vienen a la cabeza los intelectuales de las políticas de identidad, que han argumentado, desde sus cátedras, que la razón es occidental y patriarcal, y el marxismo una “ideología blanca”. Quienes han dicho que es imposible entender una opresión sin haberla vivido en primera persona, que cada subjetividad tiene su lucha particular… Estos ideólogos dicen que están a favor de la igualdad, pero, en la práctica, reproducen una visión tribalista de la humanidad. Estos también esconden aquello que realmente divide a la humanidad: la propiedad privada.

Está claro que la clase trabajadora es diversa, y que debemos reconocer y analizar las diferentes opresiones que sufre nuestra clase, así como su dimensión subjetiva. Pero, quien, tras señalar las diferencias dentro de la clase trabajadora, en el próximo aliento, no reivindica la unidad de nuestra clase, ¿qué reivindica en realidad?

Y está claro que la clase trabajadora es diversa, y que debemos reconocer y analizar las diferentes opresiones que sufre nuestra clase, así como su dimensión subjetiva. Pero, quien, tras señalar las diferencias dentro de la clase trabajadora, en el próximo aliento, no reivindica la unidad de nuestra clase, ¿qué reivindica en realidad? ¿Qué propuesta de superación de las opresiones tienen aquellos que sólo mencionan la clase para negar su unidad?

Que no nos confundan: para quien tiene como horizonte la igualdad y la libertad del ser humano, la clase trabajadora es una sola, y el problema de unos trabajadores es problema de todos. Que nadie subestime todo lo que puede entender y hacer aquel con la cabeza astuta y el corazón abierto.

Acá y allá se encendía un pequeño fuego llamado a ser una llama que abrasará la tierra con el vívido sentimiento de la fraternidad de todas las gentes. Abrasará toda la tierra y quemará y reducirá a cenizas el odio y la crueldad que nos deforma; abrazará todos los corazones y los fundirá en uno sólo: el corazón de los hombres justos y nobles en una familia indisoluble, libre y trabajadora. […] Y en el caos confuso de la vida agitada y privada de alegrías, como estrella luminosa, como faro del porvenir, brilló la palabra simple, sencilla, profunda, como el corazón: ‘¡Camarada!’Maksim Gorki

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