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Argazki Nagusia
FOTOGRAFÍA / Navarra Televisión
Imanol Kañamares
2025/06/18 17:30

Los últimos días se han visto sacudidos por los sucesos ocurridos en Marcilla. Hechos que están siendo sobredimensionados por distintos medios, y analizados de forma muy simplista.

El centro de menores contra el que todos los partidos se han posicionado abrió sus puertas en 2019, y desde el inicio, el alcalde derechista de la localidad se opuso a él. Esta oposición, claro está, ofrecería el caldo de cultivo para lo que ahora ha estallado. Desde el inicio, se ha mantenido a los menores en total exclusión, sin derecho a empadronarse, ni a acceder a los servicios municipales.

Por otro lado, como señalan las trabajadoras del centro, la deficiente gestión institucional del centro ha añadido más leña: hasta 116 jóvenes en un centro pensado para 40, solo sei educadores por turno, subrogación de la gestión a una entidad privada, etc. Esto ha provocado, por un lado, el empeoramiento de las condiciones de vida de estos jóvenes; y por otro lado, la incapacidad de encauzar posibles conflictos derivados de esa situación.

Además, diversos agentes políticos generan crispación de forma intencionada tratando de instrumentalizar la situación en el pueblo para alimentar su discurso xenófobo y racista. Esa forma de proceder no hace más que generar más hostilidad en el ambiente. Muestra de ello son el acto de presencia realizado por miembros de la organización nazi Núcleo Nacional, los mensajes en redes sociales de sindicatos policiales ultras o los actos propagandísticos de Vox.

La situación de extrema vulnerabilidad de los jóvenes junto a todos estos factores mencionados anteriormente han creado un clima de tensión. Sin embargo, las respuestas que se están poniendo encima de la mesa generan más problemas de los que se plantean solucionar.

Mientras los elementos más reaccionarios se abren camino azuzando el malestar de ciertos sectores, se ha decidido cerrar el centro, y algunos de estos grupos han aprovechado rápidamente el contexto para pedir el cierre de los centros de toda Navarra. Lejos de atajar el problema de raíz, han alimentado un clima de odio y violencia, reforzando un marco discursivo excluyente que toma una parte como si fuese la totalidad, y pone la diana sobre un sector de la sociedad que lleva sufriendo años su doble condición de pobre y migrante.

El desenlace es que los jóvenes se encuentran hoy en una situación de desamparo mayor, privados de derechos sociales y políticos, bajo una vigilancia extrema y con el agua al cuello. Sin embargo, las circunstancias que nos han llevado hasta esta situación siguen intactas, puesto que en ningún momento ha habido una preocupación real de acabar con la condición extrema de vulnerabilidad de estas personas, y la intención de muchos ha sido alimentar intereses políticos particulares empujando el descontento hasta el borde del abismo.

Lo ocurrido en Marcilla no es un hecho aislado. Hemos vivido hechos parecidos en Egia, Martutene o Trapagaran. Son imágenes que también vienen repitiéndose en distintos países de Europa. La criminalización de la población racializada sirve a la burguesía como divisor del proletariado, enfrentando a la clase trabajadora entre sí y encauzando el malestar de un sector hacia una nueva extrema derecha en auge. Y, además, las consecuencias de la nefasta gestión socialdemócrata sirven de gasolina a la oleada reaccionaria que se erige como una falsa oposición al mismo sistema que genera estas situaciones.

No podemos permitir que el simplista mensaje reaccionario sea el marco de ideas sobre el que interprete la realidad una parte de la clase trabajadora. No podemos permitir que la diversidad interna de nuestra clase sea la excusa para construir muros de racismo. No podemos permitir que las consecuencias de la pobreza y de la precariedad sirvan para la implantación de medidas autoritarias que no solucionarán esa pobreza, pero si servirán para recortar derechos políticos y sociales.

Mientras no transformemos el modelo de sociedad de raíz, mientras no terminemos con la devastación ecológica, las guerras y la pobreza engendrada por este sistema, la migración seguirá siendo una realidad. Ante ella no hay más que dos opciones: criminalizar a los sectores más empobrecidos de la sociedad, que son los que vienen sin nada, y responsabilizarlos del empeoramiento de nuestras condiciones de vida; o generar las condiciones para la unión entre todos los sectores para los que esta sociedad no aguarda un buen futuro, toda la clase trabajadora. La primera opción perpetuará este sistema que sólo genera miseria. La segunda es la única vía para terminar con todos sus males.

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