La clase media se encuentra en proceso de descomposición. El rápido proceso de proletarización hace que amplias masas de obreros hayan perdido o estén en proceso de perder los beneficios que puede proporcionar un Estado del bienestar. Sin embargo, el modelo de hacer política de la clase media se sostiene en gran parte por los anhelos de ese Estado del bienestar, por lo que para la burguesía es imprescindible mantenerlo también en tiempos de crisis. En los intentos de mantener los últimos vestigios de ese modelo de sociedad diferente, la ideología fascista está propagándose considerablemente. A través de ella, se promueve la privación de las condiciones básicas de vida de la mayoría social para así garantizar el bienestar de una clase media «nacional» más reducida. Comienzan así poco a poco a normalizarse las ideologías reaccionarias, obreristas, patrióticas, y, en general, antiproletarias.
Si bien se considera que son los partidos de ultraderecha quienes representan políticamente el fascismo, la ideología fascista está mucho más extendida y es mucho más compleja. Por ejemplo, la mayoría de los demás partidos también muestran signos de un imaginario social fascista. Y es que al Estado le resulta útil esta ideología, entre otras cosas porque favorece el machismo, el racismo u otras ideologías reaccionarias. En el sentido común, muchas de las actuaciones gubernamentales se justifican mediante la ideología fascista: la expulsión violenta de las personas inmigrantes de las fronteras estatales, la imposición de los estados policiales… Del mismo modo, los aparatos del Estado, entre ellos los medios de comunicación, no paran de justificar las expresiones espontáneas y generalmente violentas del fascismo.
Los hechos sucedidos la semana pasada en el bar Ezpala de Iruñea se traducen en un ataque fascista aunque se esté insistiendo en que no es más que un confrontación entre dos grupos de hinchas. El objetivo de este tipo de relatos no es más que simplificar lo sucedido y sacar el fascismo de la ecuación correspondiente, exactamente lo mismo que han hecho durante años con el asesinato de Aitor Zabaleta o con el de Carlos Palomino. No obstante, la realidad nos muestra que el fascismo es una ideología que tiene cabida en el sentido común y que la forma violenta que adopta convierte las calles en peligrosas; los grupos fascistas son una amenaza permanente para los colectivos más vulnerables o grupos e individuos antifascistas.
Ante esta situación, los partidos de izquierdas del Gobierno no conforman una alternativa real para frenar el auge del fascismo, ya que el fascismo no se limita a Vox o Ciudadanos. Por lo tanto, estos partidos no son la solución al problema, aunque se presentan como alternativa al mismo. La socialdemocracia no es una solución real, puesto que se muestra incapaz para dar salida a la crisis, impedir las nuevas formas de autoritarismo o atenuar la radicalización de las ideologías reaccionarias. Además, en vez de señalar a los fascistas, pone el foco en la continua criminalización de los movimientos antifascistas. Para nosotros y nosotras, por ende, el primer paso para erradicar el fascismo es detener la criminalización de los agentes antifascistas, formar redes de solidaridad, e interrumpir la normalización del fascismo en distintos espacios. Asimismo, para combatir ideológicamente el fascismo, creemos necesario desarrollar una militancia organizada con la valentía e inteligencia estratégica suficientes para combatir y superar al mismo.